jueves, 10 de noviembre de 2016

TRUMP PRESIDENTE, DÍA 2

DÍA 1

Me pregunto qué hubiese ocurrido si anoche, en lugar de acostarme a dormir temprano, hubiese aguardado a la medianoche para oír los resultados de las elecciones en los Estados Unidos. No habría despertado tan tranquilo y relajado, con la conciencia de los inocentes que encaran un hermoso día soleado como el de hoy. Pero ayer llovió a cántaros sobre mi ciudad y al encender el radio la primera noticia que se escuchó provenía de una radio emisora evangélica (CBC) comunicando al común de los mortales que Donald Trump había ganado las elecciones a la presidencia de los Estados Unidos. de inmediato, el silencio informativo de las demás emisoras empezó a poblarse con comentarios y expresiones de incredulidad: que las bolsas en el mundo cayeron, excepto la de Rusia; que la extrema derecha en Europa está eufórica; que el tono conciliador de Trump no es como el que mostraba aquel personaje grotesco y decadente de las campañas; que además de Vladimir Putin, los militares golpistas de Filipinas fueron los primeros en felicitar al ganador; que políticos como Álvaro Uribe deben estar felices, etcétera.

La pregunta es inevitable: ¿qué había pasado en las horas que dormí? Tengo la costumbre de relacionar todo con la literatura, así que recuerdo aquel cuento de Augusto Monterroso, el más corto del mundo: "Y cuando despertó, el dinosaurio estaba ahí."

Según unos, a última hora hubo un movimiento de votantes o movilización virtual de electores -"de esos que no detectan las encuestas"- y la derecha religiosa había votado en contra de la demócrata Hillary Clinton; que a Dios no le gusta que los ambientalistas y las otras minorías se unan en su contra para imponer sus ideas liberales y peligrosamente cuestionadoras o exigentes como el ateísmo militante e impío, etcétera. Sin embargo, en el ambiente tenso y hostil que me rodeaba, yo no salía de mi incredulidad. Como exigiendo un comentario, una palabra, un gesto o actitud que sirviera de pista para poner al descubierto los pensamientos de un culpable, mis compañeros de mesa probaron todo para saber qué partido tomar. Entre mis conocidos y familiares se desconfía bastante de los sujetos que leen libros y no es ningún secreto que en los últimos tiempos me he dedicado por entero a investigar, leer, comentar y compartir noticias en las redes sociales acerca de las elecciones en los Estados Unidos. A unos les preocupa lo que le espera a Venezuela, a otro lo que dirá Evo Morales ante la comunidad internacional, pero lo cierto es que no les interesa el análisis político sino el chisme, el cotilleo. En Bolivia hoy vivimos -más que nunca- una época en la que información es poder. En lugar de pagarle a un periodista poco dócil y crítico, la gente prefiere seguir la historia de un sujeto medio raro (santo y demonio al mismo tiempo) al que mejor es conservar en el desempleo y la inanición para explotarlo como mina de información y augurios económicos. Ya lo dijo Miguel de Cervantes: "quien mucho viaja, mucho ve y mucho aprende".

Recuerdo algún caso del periodismo alemán post Guerra Fría en que se denunció a aquellos periodistas que trabajaron para la policía secreta del régimen totalitario de la República Democrática de Alemania y se encargaban de mantener informado al gobierno de las actividades de sus compañeros de trabajo; soplones que le dicen. Acá en Bolivia no sucede eso. A diferencia de la pasada Guerra Fría, en esta otra guerra subliminal y mágica de Cuarta Generación a las víctimas se les convence de ser cómplices de su propia desgracia bajo formas lúdicas y deportivas. Todo se desenvuelve frente a los ojos del mundo sin que nadie haga mucho al respecto. Incluso la Santa Madre Iglesia Católica ha perdido la vergüenza y asume su papel cómplice en el juego bajo la vieja coartada de la prudencia. "Todo es según el color del cristal con que se mire."

Pero esto no es una amenaza hecha a través de un video "casero" de Youtube en el que un bus con pasajeros adentro se precipita por los abismos de los Yungas. Se trata de la posibilidad no muy lejana de la IV Guerra Mundial. Ante lo obstinado de mi silencio, mis interlocutores se retiran entre temerosos y desdeñosos por mi negativa a convertirme en informante, la oportunidad de negocio perdida. Mientras uno de ellos barre presuroso, escucho en la radio del celular que un viejo conocido, Alfredo Rada, vice ministro coordinador de movimientos sociales (así le llaman) es la única voz oficial que se pronuncia a esas horas al respecto. Ni Evo Morales ni García Linera salen al ruedo a tomar al toro por los cuernos esta vez. Silencio. Nadie que lance las consabidas imprecaciones en contra del imperialismo yanqui o muera a los Estados Unidos. El tono de la declaración de Rada va por el lado de "no pasa nada, todo sigue igual para nosotros, nuestro bloque de países seguirá trabajando en lo que venía haciendo", etcétera.

¡Qué tan influyente puede ser un periodista metido en las redes sociales? Si es bueno, se vuelve influyente. Si es muy bueno, se vuelve peligroso y los poderes fácticos se encargan de sembrar la sospecha sobre él por ejercer la libertad de expresión y el derecho a la información. El poder democratizador del Internet opera así. Los gobiernos como las mafias internacionales se encargarán del sujeto y buscarán por todos los medios la manera de coartar o influir sobre su trabajo, manipularlo, usarlo y si es el caso desaparecerlo. Cuando se convencen que no pueden evitar su presencia incómoda en la red, optan por evitar que haga dinero y se vuelva rico. Intervienen sus cuentas (en Perú es normal) y se dedican a matarlo de hambre hasta que aprenda a saltar cada vez que que ellos le digan "rana". Recuerdo los países por los que he viajado y me estremece pensar los líos en que me han podido enredar los gobiernos de México y Colombia, donde la vida de un periodista vale un comino. Acá en Bolivia el vice presidente Linera se da el gusto de amenazar a todos diciendo que conoce hasta la manera en que respiramos. Falta poco y se está esmerando. Por si fuera poco, los antiguos grupos neo nazis son hoy guaruras de Evo Morales, según el propio periodismo. Hago preguntas de veste tipo mientras ordeno mis ideas y me apresto a salir en busca de un café internet. Las cosas han llegado a un punto en que me decido viajar los próximos días. Al igual que uno de esos periodistas consagrados del establishment mediático internacional, emprenderé la graciosa retirada no con un tour a California o Santiago de Chile; un congreso del Opus Dei tampoco me quitaría el estrés que traigo (aun con la oferta de salvación eterna para mi alma). Simplemente viajaré. Luego veré dónde. 

Pero todo esto de Trump presidente de los Estados Unidos a última hora tiene las características de un crimen. No sé porqué, pero lo sigo viendo así mientras subo a un pequeño bus vacío. ¿Quién es el culpable, entonces? ¿El dudoso sistema electoral de los Estados Unidos, en donde no existe la elección directa si no que el ciudadano vota para que otros elijan al presidente? Si se respetara el principio de "un ciudadano, un voto" Hillary Clinton habría ganado. Otra vez, como en el caso W. Bush versus John Kerry, los cubanos de Florida decidieron todo. Recuerdo que Trump dijo algo acerca del asesinato de John F. Kennedy y los cubanos de Florida; esto refuerza en mí la sensación de crimen o gato encerrado en esta historia sin final feliz. Camino por la ciudad con una extraña lucidez. Estoy perplejo. Trump presidente de los Estados Unidos... Recuerdo aquel cuento de Ray Bradbury ("El efecto mariposa") en el que un sujeto viaja al pasado y al regresar de conocer a los dinosaurios descubre que al haber matado accidentalmente una mariposa alteró el curso de la historia e hizo con ello que ganara las elecciones un nuevo Adolfo Hitler.

Ya en el café internet, frente al monitor de la computadora, encuentro mi correo de Gmail parcialmente bloqueado. Facebook me rebota la clave de seguridad y me remite a otro servidor. Alguien se las ingenia para reducirme la cancha de fútbol a un metro cuadrado de superficie. En los últimos años me he sentido como un velocista con dos metros de pista. En Bolivia -me digo- el Gobierno amenaza a los periodistas de manera bárbara y brutal; les dice que los espía sin el menor rubor en la cara. ¿Qué se puede esperar de los demás?... Sólo la cuenta de Twitter funciona, aunque con restricciones. Me basta para orientarme y recordar que esto fue previsto y que no debió haber sido un balde de agua fría para quienes pasamos la noche soñando con Hillary presidenta. Se trata de un escenario previsto por Michael Moore y Bernie Sanders, dos tipos con los pies bien puestos en la tierra que conocen su país y su gente, no se guían por comerciales y dominan muy bien aquella religión estadounidense que nosotros llamamos estadísticas. Pero esta idea no me consuela. Pensar en Donald Trump como el presidente del país más poderoso del mundo es aterrador: lo convierte en el país más peligroso del mundo de manera automática. 

Y de pronto se me prende el foco: ¡no es Donald Trump, es Vladimir Putin quien ganó! "A confesión de parte, relevo de pruebas" afirman los abogados. Trump hizo llamados desesperados para que ataquen virtualmente los Estados Unidos con tal de evitar que ganara su oponente. Lo hicieron y el FBI -el otro sospechoso en la trama- no investigó, sino que continuó minando la campaña de Hillary con el sospechosismo, el chisme y el cuchicheo. Su mensaje: "Hillary no es de confiar". Mis dudas acerca de la profesionalidad del FBI se vieron confirmadas en estas elecciones. No son objetivos ni desinteresados desde la época del mackartismo. Hacen política, estigmatizan y persiguen. ¿Quién vigila al FBI? Trump nunca disimuló su admiración por el estilo político de Putin. Trump es alguien capaz de tocar las puertas del Infierno con tal de ganar; no le interesa que The Evil adopte la forma de Bin Laden o de la hermana Angélica en la EWTN. 

Afirman los cristianos fundamentalistas y la izquierda estalinista (dos religiones muy parecidas) que el dolor debe tener sentido, que el sufrimiento debe tener un nombre (político o religioso) para que el mundo no pierda su sentido; es parte del orden del Universo, tan inevitable como la naturaleza masculina de Dios. Una mujer brillante acaba de perder las elecciones a la presidencia de los Estados Unidos frente al machista más vulgar e ignorante que se pueda imaginar. Una política feminista perdió última hora ante un sujeto violento e impredecible que predicó su doctrina escalofriante de repartir bombas atómicas alrededor del mundo como la mejor idea de devolverle una grandiosidad que nunca se perdió (si Barack Obama no contestó las sandeces provocadoras del nor coreano Kim Jong-un fue porque es demasiado inteligente para entrar en polémica con un tirano zafio en busca de protagonismo). Pero así como una guerra nuclear hoy se puede desatar en el mundo nomás porque alguien se siente inseguro de su masculinidad y quiere demostrar ante el mundo que tiene huevos, era importante que una mujer llevara a un nivel superior el debate y la agenda de la comunidad internacional. Aunque hubiese sido políticamente conservadora, la presencia de una mujer habría humanizado la política en el mundo de una manera que apenas entrevimos durante unos de días de ilusión. Hoy sólo queda un sociópata con el dedo puesto sobre el arsenal nuclear más peligroso del mundo. A Dios no le gusta que los ecologistas y el feminismo y las minorías étnicas y preferencias sexuales distintas quieran imponer sus ideas a la supremacía blanca y la ignorancia fanática y militante de los Estados Unidos. 

DÍA 2

Intento hallarle el lado amable a este asunto. Ante el fanatismo de Trump, quizá su lado más predecible (seguro y confiable) sea el dinero. Quien quiera persuadir de algo al nuevo presidente de los Estados Unidos sabe que deberá hacerlo en su verdadera religión: el dinero. "No aceptaremos sino lo mejor para los Estados Unidos" es una expresa muy bien la clase y el estilo en que piensa gobernar. No hay que debatir con él en términos abstractos o ideas ni principios, sino de negocios. Hay que recordar a Quevedo: poderoso caballero es Don Dinero. Por su puesto, con Trump en la Casa Blanca esto es un enorme retroceso en el estadio de vida civilizada que venimos construyendo entre las naciones del mundo, pero es mejor que las guerras de conquista y el saqueo del siglo XVI. Ante el proyecto de país inclusivo de nación plurinacional y multicultural de los Estados Unidos, tendremos el racismo, la xenofobia y la persecución religiosa. El revanchismo resentido del Sur racista con el Norte industrial es una larga historia que tiene éxito entre la gente blanca fracasada (red necks) que al igual que la burguesía chola con Evo Morales cree llegada la hora de corregir una historia de 500 años de robos y abusos con el otro así como le cuentan que los españoles abusaron con sus abuelos. Es una cuestión de educación y de matices (ayer los irlandeses eran considerados negros para los de ascendencia inglesa, así como la esposa del señor Trump es una emigrante que trabajó ilegalmente en el país y llegó a Primera Dama).

Hay un grado de verdad en todo esto: como cualquier otro país, los Estados Unidos con Obama y con Trump viene desplegando un re ordenamiento (legalizaciones) entre la enorme población emigrante que las guerras de invasión y el despojo en Medio Oriente han ocasionado. El problema es el razonamiento que hace de los mexicanos, por ejemplo, al señalarlos como los causantes de las desgracias del país. Chivo expiatorio se le llama a esto. México no es un país de violadores y drogadictos como cree el señor Trump; es un país que perdió casi todo con el TLC así como la clase obrera estadounidense perdió 50 años de derechos laborales y conquistas sociales porque el TLC fue pensado, aprobado e implementado sin consulta al pueblo estadunidense ni el mexicano. El TLC fue aprobado por encima del parecer de los dos pueblos por aquellas élites privilegiadas que gobiernan a ambos países. Lo de "reconstruir el país" me parece una buena idea: construir carreteras y edificios es algo que el señor Trump sabe hacer, es su negocio familiar. Debió haberlo hecho Barack Obama, pero la crisis del país lo obligó a concentrarse en la economía no real, la virtual, el capitalismo especulativo. ¿Movilizará Trump a los obreros de su país por sus derechos? Me gustaría verlo. 

Quizá lo único bueno en todo esto sea que los Estados Unidos ha recuperado el camino de la alternabilidad y la renovación. La clase política profesional estaba adquiriendo los aires de las dinastías familiares. Los Kennedy, los Bush, los Reagan ya habían copado el imaginario de la realeza en Inglaterra; los Clinton y los Obama redundaban sobre lo mismo y a largo plazo parecía querer convertirse en un problema. Pero no creo que Donald Trump le preocupe estas cosas. Al contrario, es parte de él. Su esposa y los concursos de bellezas son parte del aire de realeza del que Donald Trump se ha rodeado para llegar a la presidencia. 

Vaya manera de regresar a escena de la neo teocracia.   


Santa Cruz de la Sierra, Bolivia 9-10 de noviembre de 2016

Franklin Farell Ortiz
Magister en artes por Saint Louis University