martes, 19 de enero de 2021

Trump presidente: a horas del final

 


 

Dejé de escribir textos de opinión en esta bitácora por dos razones: 1) porque mi cuenta de Google está intervenida desde años atrás y esta censura alcanza a las otras redes sociales; 2) y porque no me sentí capaz de pensar críticamente y escribir con honestidad sobre lo que pensaba. En otras palabras, me dio miedo opinar acerca del recién electo presidente Donald Trump y los reportes sobre su salud mental.

 

Mi experiencia como blogger ha sido terrible durante los belicosos años de W. Bush, en lo personal tanto como en lo profesional. Con Barack Obama en la presidencia de los Estados Unidos se pudo sentir un alivio; la presión psicológica y la paranoia de Estado pasaron a convertirse en un ambiente distendido y risueño de tolerancia a la crítica y actitud de respeto hacia la comunidad internacional. Distención, sentido del humor, tolerancia, inteligencia y respeto son las cosas que el primer presidente afroamericano de la historia supo desplegar con buen sentido y caballerosidad. Aunque haya quienes dicen haber sido engañados por Obama con otras formas de guerra y esclavismo, lo importante es que el buscado choque civilizatorio y las guerras entre religiones que los extremistas de ambos lados ansiaban parecían haber sido conjurados. Para mí resultaba evidente que la buena comunicación se terminaba con Donald Trump en la presidencia. Con el nuevo hombre de la Casa Blanca sólo tenía malos presentimientos y preferí seguir la conseja popular: Si no tienes buenas cosas que decir, lo inteligente es callar.

 

La manera accidentada y dudosa de la victoria electoral de Trump sobre la favorita Hillary Clinton anunciaba una época turbulenta e impredecible para el mundo. Nada estaba claro y todo se hallaba confuso: mi país en manos del narcotráfico y de políticos inescrupulosos dispuestos a aventurarse en una dictadura; China se había consolidado como la nueva potencia emergente y sabíamos muy poco acerca de sus códigos y comportamiento; la relación idílica entre Trump y Putin era algo más que gratitud y complicidad de nuevos socios. Convenía, urgía cerrar la boca y quedarse callado. Sabía que si sobrevivíamos, terminaríamos contando los días, las horas y los minutos del final del túnel.

 

La sensación de ser perseguido y controlado en Internet puede ser muy frustrante. Como investigador en red ya no me era posible navegar libremente porque los algoritmos decidían en mi lugar y aquel menú parecía elaborado por un extraño interesado en otro tema. Me encontraba frente a la realidad del dominio totalitario de las grandes corporaciones y la vigilancia permanente que El Gran Hermano ejerce sobre los ciudadanos luego del 9/11. Hasta hoy no deja de ser coercitiva para mí la sensación de tener sobre las espaldas a alguien que cree saber mejor que yo lo que quiero, lo que necesito o lo que me conviene. Así sea el Papa y su corte de cardenales, se trata del mismo acto ilegal que comete la mafia italiana al secuestrar a un ciudadano. Sin derechos ni privacidad ni vida personal, hay demasiados hombres invisibles a los que se persigue y destruye hoy en día quitándole trabajo, familia e identidad. Creo que esta nueva realidad virtual de la comunicación humana fue aprovechada políticamente y explotada hasta los extremos del abuso por el presidente twitero Donald Trump. Las fake news o los “hechos alternativos” se pusieron de moda no sólo entre sus incondicionales; atravesaron fronteras y llegaron hasta nuestro país con Evo Morales y su ejército de activistas a sueldo. ¿Qué había sucedido? ¿Era así de pequeño el mundo de la globalización neoliberal? Si la victoria de Donald Trump sobre Hillary Clinton había sido recibida con fiestas y guirnaldas de coca en toda la región productora de cocaína de Chapare, ¿por qué razón Evo Morales y Álvaro García Linera machacaban nuestros oídos con las mismas injurias e improperios hacia los Estados Unidos y el imperialismo? La esquizofrenia del poder los llevaba a saludar al nuevo presidente capitalista-imperialista y festejar su triunfo como si de una victoria personal se tratara. ¿Por qué razón? Mal pensado que soy, se me ocurrió sospechar que en realidad se trataba de la supremacía de Vladimir Putin lo que estaban celebrando, no la victoria de Donald Trump; la presidencia del acaudalado millonario capitalista era la demostración de la supremacía tecnológica de los piratas informáticos rusos sobre la odiada democracia liberal estadunidense y sus ciudadanos. Tampoco sospechábamos de lo que eran capaz de hacer los think tanks ni las empresas opacas de servicios de inteligencia tipo Analitical Cambridge.

La voz colectiva de las redes sociales puede ser sabia a veces. La irracionalidad del político conservador, el pensamiento mágico del fundamentalismo religioso nos habían revelado a un emperador incendiario semejante a Nerón en Irak; con Donald Trump parecía que el Partido Republicano finalmente tendría su propia versión de Calígula. El morbo en torno a su vida privada fue uno de los puntos más atractivos de la política estadunidense para el mundo. Ya se sabe: el electorado estadunidense puede olvidar una guerra con miles de muertos y víctimas inocentes, pero no perdona una infidelidad conyugal de sus presidentes. La política como espectáculo de circo permanente había llegado a Washington de manos de un millonario showman. Su arribo coincidía con otros populismos de otras latitudes y otras vertientes ideológicas y hoy los presidentes deben bailar en sus mítines políticos o imitar el tono mesiánico de los pastores evangélicos para dar su discurso: Mauricio Macri se reveló como un talento de la cumbia villera, Maduro se sostiene y conserva su escasa popularidad porque a sus hambreados seguidores les encanta cuando baila salsa, Evo contorsiona el pescuezo como serpiente para bailar rap chicha o algo así. Ninguno de ellos intenta expresarse como senador romano a la usanza de antes, la mayoría miente descaradamente como parte de su trabajo y los medios se encargan de montar la escenografía con malabaristas y saltimbanquis. Es como si la dictadura populista de Alberto Fujimori hubiese actualizado la fórmula romana de pan y circo para el éxito de un gobierno autoritario y Hugo Chávez hubiese sido el propagador de la noticia por el mundo: la plebe acepta que le mientan y hasta acepta que le tomen el pelo en nombre de nobles ideales, siempre y cuando reciba algo a cambio, una sudadera o un kilo de arroz, la idea de un enemigo externo o la confirmación de sus más profundos temores y prejuicios acerca del otro y la alteridad (Dios, los mexicanos, el imperio, la soberbia nacionalista, la raza, etc.) El sueño americano había muerto, las pesadillas de Donald Trump habían ganado.

 

Lo más decepcionante para muchos y para mí fue la política de su gobierno hacia la dictadura en Venezuela. Ronald Reagan jamás habría desaprovechado un regalo en bandeja como lo fue la situación de crisis humanitaria de Venezuela en manos de Nicolás Maduro para interpretar el papel de héroe y conseguir que lo elijan presidente una segunda vez; el analfabetismo político, la falta de memoria histórica o lo que sea hizo que Trump callara en siete idiomas al respecto. La regla de oro de la política conservadora estadunidense indica que el pueblo cierra filas y apoya fielmente a su presidente en situación de guerra. ¿Por qué Donald Trump dudó, se resistió y exigió órdenes escritas del cielo para hacer algo que Vladimir Putin había hecho sin dudar sobre la zona de influencia de La Gran Madre Rusia? Su falta de claridad y liderazgo nos costó a todos la democracia a Venezuela y su entrega a poderosísimas bandas internacionales del crimen organizado por quién sabe cuánto tiempo. ¿No tuvo confirmación militar acerca del éxito de una operación como la de Panamá con Noriega, o no tuvo motivación económica suficiente acerca de su participación en la Venezuela post Maduro? Lo que queda claro es que el empresario Donald Trump siempre vio la presidencia de los Estados Unidos como una forma de negocio personal y sus inversiones en Rusia lo colocaba en una situación de conflicto de intereses.

 

Además de habernos revelado quiénes fueron los asesinos del presidente John F. Kennedy y de haber señalado la existencia de un Estado paralelo que funciona tras el Estado, tal vez le debamos agradecer a Donald Trump el no haber sido un presidente sanguinario a pesar de su retórica beligerante anti China, algo que nunca pasó de ser un discurso para consumo interno del nacionalismo cristiano. Dividió más a los Estados Unidos y exacerbó el odio racial de formas sutiles y abiertas, pero al final el sistema pudo controlar sus exabruptos. Quizá por eso haya que ver en el asalto de sus seguidores al Capitolio no sólo un intento de golpe de estado, sino la reacción violenta y desesperada contra un sistema de pesos y contrapesos ideado para resistir los embates de políticos como él.

 

La democracia de los Estados Unidos aparentemente no ha sufrido daños irreparables, sin embargo no hay que subestimar las advertencias y las amenazas en las redes sociales de sus seguidores a favor de continuar la revuelta iniciada y de regresar con otros ataques contra algo que consideran más que un fraude electoral.

 

Falta algo más de 12 horas para que el señor Joe Biden asuma como nuevo presidente de los Estados Unidos. El pésimo manejo de la crisis sanitaria del covid-19 ha hecho que la ceremonia se haga sin la presencia de público y en lugar de ello se haga frente a 400 mil banderas estadunidenses que representan a las víctimas de la pandemia hasta la fecha. Hasta ayer permanecían las dudas acerca de lo que sucederá durante el acto de relevo presidencial. Washington DC es una ciudad militarizada en previsión de posibles desmanes. Tras la presidencia de Donald Trump sabemos que el final de los Estados Unidos como democracia hegemónica mundial no será debido a un enemigo externo sino a un gobierno auto autodestructivo. Ya lo dije: simpatizantes y adversarios estamos contando los días, las horas y los segundos para ver el final de esto. Tal vez podamos decir en tono anecdótico algún día que vivimos y sobrevivimos a la presidencia de Trump, el dinosaurio que esperaba tras el fin del sueño americano.

 

Santa Cruz de la Sierra, miércoles 20 de enero de 2021