jueves, 6 de diciembre de 2018

"Utopía" (fragmento) Claudio Magris

Soy de los que vieron venir como en cámara lenta el gobierno dictatorial de Evo Morales y su mentor Álvaro García Linera. He escrito mucho sobre ello, pero al parecer no ha sido suficiente. No sé si se trata de la soberbia sumisa del pensamiento conservador boliviano, no sé si se trate del control político del MAS- Estado y la manipulación a la que nos han sometido durante todo este tiempo, tal vez sea el cansancio ante la doble moral de nuestro entorno, quizá sea la mala conciencia política forjada desde Cuba (paranoia y delación, supervivencia y oportunismo), Bolivia había entrado en el siglo XXI con buen pie y hoy ha suicidado su democracia. El advenimiento de un gobierno dictatorial luego de 35 años de continuidad democrática es motivo para reflexionar seriamente acerca de nuestra supervivencia como sociedad viable. No paro de pensar y de reflexionar al respecto, pero mientras lo hago y escribo algo de fondo quise compartir la lectura de este fragmento del italiano Claudio Magris en su ensayo "Utopía". En 2000 este autor se alarmó ante las nuevas formas que estaban adquiriendo los totalitarismos. Hoy podemos reconocernos en sus palabras: hemos presenciado cómo Bolivia se ha venido transformando en un narco proyecto capitalista con asesoría extranjera e inteligencia pagada "a buen sueldo". Es como si el ideólogo oficial del MAS (García Linera) hubiese leído nuestras palabras para hacer una misa negra con ello, como suele suceder con los amigos del "socialismo del siglo XXI". El chavismo fracasó como proyecto histórico (si alguna vez fue tal cosa) y parece querer mutar en otra cosa (resistir hasta que vuelva otra oleada progresista justifica Linera). Va:

"El milenio se anuncia con contradicciones llevadas al extremo. La derrota, si no en todos sí en muchos países, de los totalitarismos políticos no excluye la posible victoria de un totalitarismo blando y coloidal capaz de promover -a través de mitos, ritos, consignas, representaciones y figuras simbólicas- la autoidentificación de las masas, consiguiendo que, como escribe Giorgio Negrelli en sus Anni allo sbando [Años a la deriva], «el pueblo crea querer lo que sus gobernantes consideran en cada momento más oportuno». El totalitarismo no se confía ya a las fallidas ideologías fuertes, sino a las gelatinosas ideologías débiles, promovidas por el poder de las comunicaciones.

"Una resistencia a este totalitarismo es la que radica en la defensa de la memoria
histórica, que corremos el riesgo de que nos la borren y sin la que no cabe ningún sentido de la plenitud y la complejidad de la vida. Otra resistencia estriba en el rechazo del falso realismo, que confunde la fachada de la realidad con toda la realidad y, privado de todo sentido religioso de lo eterno, absolutiza el presente y no cree que éste pueda cambiar, tachando de ingenuos utopistas a quienes piensan que se puede cambiar el mundo. En el verano del Ochenta y nueve esos falsos realistas, tan numerosos entre los políticos, se
habrían mofado de quien hubiese dicho que tal vez podía caer el muro de Berlín."