martes, 19 de enero de 2021

Trump presidente: a horas del final

 


 

Dejé de escribir textos de opinión en esta bitácora por dos razones: 1) porque mi cuenta de Google está intervenida desde años atrás y esta censura alcanza a las otras redes sociales; 2) y porque no me sentí capaz de pensar críticamente y escribir con honestidad sobre lo que pensaba. En otras palabras, me dio miedo opinar acerca del recién electo presidente Donald Trump y los reportes sobre su salud mental.

 

Mi experiencia como blogger ha sido terrible durante los belicosos años de W. Bush, en lo personal tanto como en lo profesional. Con Barack Obama en la presidencia de los Estados Unidos se pudo sentir un alivio; la presión psicológica y la paranoia de Estado pasaron a convertirse en un ambiente distendido y risueño de tolerancia a la crítica y actitud de respeto hacia la comunidad internacional. Distención, sentido del humor, tolerancia, inteligencia y respeto son las cosas que el primer presidente afroamericano de la historia supo desplegar con buen sentido y caballerosidad. Aunque haya quienes dicen haber sido engañados por Obama con otras formas de guerra y esclavismo, lo importante es que el buscado choque civilizatorio y las guerras entre religiones que los extremistas de ambos lados ansiaban parecían haber sido conjurados. Para mí resultaba evidente que la buena comunicación se terminaba con Donald Trump en la presidencia. Con el nuevo hombre de la Casa Blanca sólo tenía malos presentimientos y preferí seguir la conseja popular: Si no tienes buenas cosas que decir, lo inteligente es callar.

 

La manera accidentada y dudosa de la victoria electoral de Trump sobre la favorita Hillary Clinton anunciaba una época turbulenta e impredecible para el mundo. Nada estaba claro y todo se hallaba confuso: mi país en manos del narcotráfico y de políticos inescrupulosos dispuestos a aventurarse en una dictadura; China se había consolidado como la nueva potencia emergente y sabíamos muy poco acerca de sus códigos y comportamiento; la relación idílica entre Trump y Putin era algo más que gratitud y complicidad de nuevos socios. Convenía, urgía cerrar la boca y quedarse callado. Sabía que si sobrevivíamos, terminaríamos contando los días, las horas y los minutos del final del túnel.

 

La sensación de ser perseguido y controlado en Internet puede ser muy frustrante. Como investigador en red ya no me era posible navegar libremente porque los algoritmos decidían en mi lugar y aquel menú parecía elaborado por un extraño interesado en otro tema. Me encontraba frente a la realidad del dominio totalitario de las grandes corporaciones y la vigilancia permanente que El Gran Hermano ejerce sobre los ciudadanos luego del 9/11. Hasta hoy no deja de ser coercitiva para mí la sensación de tener sobre las espaldas a alguien que cree saber mejor que yo lo que quiero, lo que necesito o lo que me conviene. Así sea el Papa y su corte de cardenales, se trata del mismo acto ilegal que comete la mafia italiana al secuestrar a un ciudadano. Sin derechos ni privacidad ni vida personal, hay demasiados hombres invisibles a los que se persigue y destruye hoy en día quitándole trabajo, familia e identidad. Creo que esta nueva realidad virtual de la comunicación humana fue aprovechada políticamente y explotada hasta los extremos del abuso por el presidente twitero Donald Trump. Las fake news o los “hechos alternativos” se pusieron de moda no sólo entre sus incondicionales; atravesaron fronteras y llegaron hasta nuestro país con Evo Morales y su ejército de activistas a sueldo. ¿Qué había sucedido? ¿Era así de pequeño el mundo de la globalización neoliberal? Si la victoria de Donald Trump sobre Hillary Clinton había sido recibida con fiestas y guirnaldas de coca en toda la región productora de cocaína de Chapare, ¿por qué razón Evo Morales y Álvaro García Linera machacaban nuestros oídos con las mismas injurias e improperios hacia los Estados Unidos y el imperialismo? La esquizofrenia del poder los llevaba a saludar al nuevo presidente capitalista-imperialista y festejar su triunfo como si de una victoria personal se tratara. ¿Por qué razón? Mal pensado que soy, se me ocurrió sospechar que en realidad se trataba de la supremacía de Vladimir Putin lo que estaban celebrando, no la victoria de Donald Trump; la presidencia del acaudalado millonario capitalista era la demostración de la supremacía tecnológica de los piratas informáticos rusos sobre la odiada democracia liberal estadunidense y sus ciudadanos. Tampoco sospechábamos de lo que eran capaz de hacer los think tanks ni las empresas opacas de servicios de inteligencia tipo Analitical Cambridge.

La voz colectiva de las redes sociales puede ser sabia a veces. La irracionalidad del político conservador, el pensamiento mágico del fundamentalismo religioso nos habían revelado a un emperador incendiario semejante a Nerón en Irak; con Donald Trump parecía que el Partido Republicano finalmente tendría su propia versión de Calígula. El morbo en torno a su vida privada fue uno de los puntos más atractivos de la política estadunidense para el mundo. Ya se sabe: el electorado estadunidense puede olvidar una guerra con miles de muertos y víctimas inocentes, pero no perdona una infidelidad conyugal de sus presidentes. La política como espectáculo de circo permanente había llegado a Washington de manos de un millonario showman. Su arribo coincidía con otros populismos de otras latitudes y otras vertientes ideológicas y hoy los presidentes deben bailar en sus mítines políticos o imitar el tono mesiánico de los pastores evangélicos para dar su discurso: Mauricio Macri se reveló como un talento de la cumbia villera, Maduro se sostiene y conserva su escasa popularidad porque a sus hambreados seguidores les encanta cuando baila salsa, Evo contorsiona el pescuezo como serpiente para bailar rap chicha o algo así. Ninguno de ellos intenta expresarse como senador romano a la usanza de antes, la mayoría miente descaradamente como parte de su trabajo y los medios se encargan de montar la escenografía con malabaristas y saltimbanquis. Es como si la dictadura populista de Alberto Fujimori hubiese actualizado la fórmula romana de pan y circo para el éxito de un gobierno autoritario y Hugo Chávez hubiese sido el propagador de la noticia por el mundo: la plebe acepta que le mientan y hasta acepta que le tomen el pelo en nombre de nobles ideales, siempre y cuando reciba algo a cambio, una sudadera o un kilo de arroz, la idea de un enemigo externo o la confirmación de sus más profundos temores y prejuicios acerca del otro y la alteridad (Dios, los mexicanos, el imperio, la soberbia nacionalista, la raza, etc.) El sueño americano había muerto, las pesadillas de Donald Trump habían ganado.

 

Lo más decepcionante para muchos y para mí fue la política de su gobierno hacia la dictadura en Venezuela. Ronald Reagan jamás habría desaprovechado un regalo en bandeja como lo fue la situación de crisis humanitaria de Venezuela en manos de Nicolás Maduro para interpretar el papel de héroe y conseguir que lo elijan presidente una segunda vez; el analfabetismo político, la falta de memoria histórica o lo que sea hizo que Trump callara en siete idiomas al respecto. La regla de oro de la política conservadora estadunidense indica que el pueblo cierra filas y apoya fielmente a su presidente en situación de guerra. ¿Por qué Donald Trump dudó, se resistió y exigió órdenes escritas del cielo para hacer algo que Vladimir Putin había hecho sin dudar sobre la zona de influencia de La Gran Madre Rusia? Su falta de claridad y liderazgo nos costó a todos la democracia a Venezuela y su entrega a poderosísimas bandas internacionales del crimen organizado por quién sabe cuánto tiempo. ¿No tuvo confirmación militar acerca del éxito de una operación como la de Panamá con Noriega, o no tuvo motivación económica suficiente acerca de su participación en la Venezuela post Maduro? Lo que queda claro es que el empresario Donald Trump siempre vio la presidencia de los Estados Unidos como una forma de negocio personal y sus inversiones en Rusia lo colocaba en una situación de conflicto de intereses.

 

Además de habernos revelado quiénes fueron los asesinos del presidente John F. Kennedy y de haber señalado la existencia de un Estado paralelo que funciona tras el Estado, tal vez le debamos agradecer a Donald Trump el no haber sido un presidente sanguinario a pesar de su retórica beligerante anti China, algo que nunca pasó de ser un discurso para consumo interno del nacionalismo cristiano. Dividió más a los Estados Unidos y exacerbó el odio racial de formas sutiles y abiertas, pero al final el sistema pudo controlar sus exabruptos. Quizá por eso haya que ver en el asalto de sus seguidores al Capitolio no sólo un intento de golpe de estado, sino la reacción violenta y desesperada contra un sistema de pesos y contrapesos ideado para resistir los embates de políticos como él.

 

La democracia de los Estados Unidos aparentemente no ha sufrido daños irreparables, sin embargo no hay que subestimar las advertencias y las amenazas en las redes sociales de sus seguidores a favor de continuar la revuelta iniciada y de regresar con otros ataques contra algo que consideran más que un fraude electoral.

 

Falta algo más de 12 horas para que el señor Joe Biden asuma como nuevo presidente de los Estados Unidos. El pésimo manejo de la crisis sanitaria del covid-19 ha hecho que la ceremonia se haga sin la presencia de público y en lugar de ello se haga frente a 400 mil banderas estadunidenses que representan a las víctimas de la pandemia hasta la fecha. Hasta ayer permanecían las dudas acerca de lo que sucederá durante el acto de relevo presidencial. Washington DC es una ciudad militarizada en previsión de posibles desmanes. Tras la presidencia de Donald Trump sabemos que el final de los Estados Unidos como democracia hegemónica mundial no será debido a un enemigo externo sino a un gobierno auto autodestructivo. Ya lo dije: simpatizantes y adversarios estamos contando los días, las horas y los segundos para ver el final de esto. Tal vez podamos decir en tono anecdótico algún día que vivimos y sobrevivimos a la presidencia de Trump, el dinosaurio que esperaba tras el fin del sueño americano.

 

Santa Cruz de la Sierra, miércoles 20 de enero de 2021

jueves, 1 de agosto de 2019

La caida del imperio de los economistas

Artículo https://nuso.org/articulo/economistas-progreso-utopia-robots-occidente/?fbclid=IwAR0UL6mehK8AaKrLmqDRo7Fal3PLdvA1tY0ZAuVtGxMLMo1jRDf4bbmgKAc

jueves, 6 de diciembre de 2018

"Utopía" (fragmento) Claudio Magris

Soy de los que vieron venir como en cámara lenta el gobierno dictatorial de Evo Morales y su mentor Álvaro García Linera. He escrito mucho sobre ello, pero al parecer no ha sido suficiente. No sé si se trata de la soberbia sumisa del pensamiento conservador boliviano, no sé si se trate del control político del MAS- Estado y la manipulación a la que nos han sometido durante todo este tiempo, tal vez sea el cansancio ante la doble moral de nuestro entorno, quizá sea la mala conciencia política forjada desde Cuba (paranoia y delación, supervivencia y oportunismo), Bolivia había entrado en el siglo XXI con buen pie y hoy ha suicidado su democracia. El advenimiento de un gobierno dictatorial luego de 35 años de continuidad democrática es motivo para reflexionar seriamente acerca de nuestra supervivencia como sociedad viable. No paro de pensar y de reflexionar al respecto, pero mientras lo hago y escribo algo de fondo quise compartir la lectura de este fragmento del italiano Claudio Magris en su ensayo "Utopía". En 2000 este autor se alarmó ante las nuevas formas que estaban adquiriendo los totalitarismos. Hoy podemos reconocernos en sus palabras: hemos presenciado cómo Bolivia se ha venido transformando en un narco proyecto capitalista con asesoría extranjera e inteligencia pagada "a buen sueldo". Es como si el ideólogo oficial del MAS (García Linera) hubiese leído nuestras palabras para hacer una misa negra con ello, como suele suceder con los amigos del "socialismo del siglo XXI". El chavismo fracasó como proyecto histórico (si alguna vez fue tal cosa) y parece querer mutar en otra cosa (resistir hasta que vuelva otra oleada progresista justifica Linera). Va:

"El milenio se anuncia con contradicciones llevadas al extremo. La derrota, si no en todos sí en muchos países, de los totalitarismos políticos no excluye la posible victoria de un totalitarismo blando y coloidal capaz de promover -a través de mitos, ritos, consignas, representaciones y figuras simbólicas- la autoidentificación de las masas, consiguiendo que, como escribe Giorgio Negrelli en sus Anni allo sbando [Años a la deriva], «el pueblo crea querer lo que sus gobernantes consideran en cada momento más oportuno». El totalitarismo no se confía ya a las fallidas ideologías fuertes, sino a las gelatinosas ideologías débiles, promovidas por el poder de las comunicaciones.

"Una resistencia a este totalitarismo es la que radica en la defensa de la memoria
histórica, que corremos el riesgo de que nos la borren y sin la que no cabe ningún sentido de la plenitud y la complejidad de la vida. Otra resistencia estriba en el rechazo del falso realismo, que confunde la fachada de la realidad con toda la realidad y, privado de todo sentido religioso de lo eterno, absolutiza el presente y no cree que éste pueda cambiar, tachando de ingenuos utopistas a quienes piensan que se puede cambiar el mundo. En el verano del Ochenta y nueve esos falsos realistas, tan numerosos entre los políticos, se
habrían mofado de quien hubiese dicho que tal vez podía caer el muro de Berlín."

martes, 10 de octubre de 2017

35 años de democracia y 50 años de Ché

35 años de democracia y 50 años de Ché

Debo decir que no cultivo la mitomanía religiosa en torno a Ernesto Ché Guevara. Hay demasiadas preguntas sin respuestas en torno a su figura y su lugar en la historia. Me parece que el culto religioso a su memoria fue la coartada que permitió que Fidel Castro permaneciera en el poder tanto tiempo, que le ayudó a resistir demasiados fracasos sin rendir cuentas claras a su pueblo y a persistir en el error tras la desaparición de la Unión Soviética y el asedio de los Estados Unidos durante más de medio siglo. La ocupación por 50 mil cubanos de Venezuela y el fracaso estrepitoso en la administración de ésta demuestran que no fue la falta de recursos de Cuba la razón de su fracaso y ha creado una relación parasitaria entre ambas economías. Mientras escribo esto, Evo busca relanzar por enésima vez su idea de perpetuarse en el poder junto con un club de amigos y personas que conocieron a Guevara en vida; se hallan reunidos en Vallegrande rindiendo tributo a su vida y su muerte. Se trata de la misma gerontocracia que gobierna en Cuba y que se ha impuesto en la izquierda latinoamericana sin permitirle evolucionar y superar el estalinismo de los hermanos Castro. Para mí es más trascendente lo que están pensando los bolivianos a 35 años de vida democrática. El gobierno de Evo Morales es la prueba misma de que en 35 años de democracia se logró avanzar más en la transformación de la sociedad que en 50 años de foquismo guerrillero en Bolivia.

Me considero un hombre de izquierda. No soy un facho y no podría serlo aunque quisiera. Por educación y por convicción no tolero el abuso ni el sufrimiento gratuito que los hombres infringen a sus semejantes, menos creo en razas superiores o su correlato fundamentalista religioso: la superioridad moral de unos que los lleva a conquistar a otro pueblo o invadirlo para después saquear sus recursos naturales. Encuentro sí que la izquierda en Bolivia y en Cuba y en Venezuela ha fracasado a pesar de haber tenido la oportunidad de aprender las lecciones del pasdo; que se ha negado a asimilar estas lecciones a lo largo de medio siglo. Lo que vemos hoy con la Marca Che es lo mismo que hemos visto con la Marca Evo: un fenómeno de consumo ideológico creado ad hoc. No resiste al análisis ni la confrontación de ideas: Evo dejó de debatir muchos años atrás, dejó de pensar de manera crítica y sólo se remite a las críticas del pueblo y de sus adversarios políticos a través de declaraciones de prensa o twits.

Su caso tampoco es un fenómeno nuevo: sucedió durante la Guerra de Independencia: la movilización que el mariscal Andrés de Santa Cruz generaba entre los indios aimaras debido a sus rasgos indígenas no pasó desapercibida para el general inglés William Miller, quien lo anotó en sus Memorias sin olvidar mencionar las limitaciones políticas y militares del Mariscal de Zepita. Bolívar, de quien no se puede sospechar de pro imperialismo yanki, tampoco aprobó el mesianismo de sus soldados afro colombianos que quería encaminar la lucha por la independencia hacia una guerra de razas y mandó fusilar a uno de sus más bravos comandantes colombianos para escarmiento (algo que le dolerá toda la vida, según recuerda Miller). Como hijo de la Ilustración Francesa, Bolívar creía en la razón y el progreso, argumentos que han debido pesar para que desafiara a Andrés de Santa Cruz a continuar con su proyecto retrógrado de volver hacia atrás el tiempo de la historia y reconstruir el poderío militar del Tahuantinsuyo, si es que su intención era chocar con las tropas de la Gran Colombia (Ecuador, Colombia, Venezuela se opusieron primero a lo que será la Confederación Perú Boliviana, luego Chile hará de esto su razón de ser y aleccionará a Argentina y Brasil para derrotar a Santa Cruz y expulsarlo a Europa). Esa es la historia de nuestro continente y la razón porqué las armas no han servido de mucho para nuestra integración continental: la muerte de Ché Guevara y el fracaso de su izquierda mesiánica son la evidencia de ello. Mercosur, Unasur, Pacto Andino son producto de la paz y del respeto entre países que creen en las formas y en el fondo de la democracia; no son resultado de aventuras militares encabezadas por algún Hugo Chávez que sólo sirve para arruinar la economía de su país y llevar penuria a los pueblos.

Si los cubanos han decidido hacer de Bolivia un enclave ruso o chino en la región es algo que no está entre mis posibilidades pronosticar. Me preocupa que Evo y el MAS se hayan desgastado tanto en tan poco tiempo y que aun así tengan la pretensión de quedarse el resto de sus vidas y la nuestra en el poder. Me preocupa el irrespeto a la propia Constitución Política del Estado después de haberla defendido tanto y haberle costado tanto al país. Me preocupa que la transa y la picardía haya calado tanto entre las bases del MAS y que se haya perdido la vergüenza política de manera tan descarada, que la mentira y la impostura sea la mejor definición de lo político en nuestro país. Me preocupa la crisis económica que se avecina para el país por nada más que sostener un estilo de hacer política dispendiosa y superficial: la vieja fórmula romana de pan y circo para el pueblo. Me preocupa que no se rinda cuentas gracias al secuestro del Sistema Judicial por parte del Ejecutivo: de otra manera estaríamos discutiendo y analizando temas serios para el Estado y la economía. Me preocupa que a 35 años de Estado de derecho pleno en Bolivia alguien llegue a la Vice presidencia cometiendo falsedad ideológica y que no pase nada, que siga como si nada hubiera sucedido cuando en otros países esto habría desencadenado un terremoto político y la renuncia del político en cuestión por simple vergüenza. Me preocupa el lenguaje orwelliano de esta izquierda estalinista y prebendal que llama derechos humanos a la pretensión dictatorial de un sujeto; que esa misma izquierda hable de nacionalización cuando hay un proceso de extranjerización evidente; que diga socialismo donde hay capitalismo sin escrúpulos; que el socialismo sea usado para castigar a los adversarios y se premie a los amigos con más capitalismo; que las bases cocaleras de Evo en Chapare se crean la vanguardia política del socialismo cuando no pagan impuestos y lucran bajo el régimen más desvergonzado de neoliberalismo económico; me preocupa que Evo les haya prometido acabar con el Tipnis y repartirles más tierras para sus cocales que irán a incrementar el negocio ilícito del narcotráfico; me preocupa que continúen cayendo con cargas de cocaína en el exterior asesores políticos del MAS y defensores del re eleccionismo de Evo y que nada se sepa de estos casos luego que pasa la novedad y escándalo; que entre las bases del MAS se llame amor a la persecución política y que no cese el secuestro político en que se encuentran aquellos dirigentes que denuncian la corrupción; que se llame detención preventiva al secuestro político; que las cárceles superen el 60% de población penitenciara sin juicio ni sentencia; que desde el Estado se hable de justicia social mientras mucha gente inocente se pudre en las cárceles; que a lo blanco se diga negro y que a lo blanco se llame negro. Me preocupa, en fin, el proceso de cubanización que sufren nuestras Fuerzas Armadas y que los niños reciban adoctrinamiento político a cambio de educación de calidad, o que la salud siga siendo uno de los negocios más prósperos del país y que el presidente se tenga que ir a tratar un resfrío a Cuba en su avión privado de segunda mano pagado por el Estado como si fuera de primera; me preocupa la militarización de la sociedad que lleva adelante el Gobierno; me preocupa la guerra sucia que se viene haciendo a las buenas intenciones de la gente buena de este país. Me preocupa la manera en que el evismo está trapeando el piso con la estrategia marítima de Bolivia en La Haya contaminándola con argumentaciones absurdas y sofismas penosos en la OEA en busca de que Evo burle los resultados del voto popular el 21F de 2016. Me preocupa tanta falta de vergüenza política, me preocupa la no rendición de cuentas de este Gobierno y que la vieja clase política no aprenda sus lecciones y pretenda regresar como si nada hubiera ocurrido. Me preocupa que nadie rinda cuentas del programa Bolivia cambia Evo cumple ni de los 60 mil millones de dólares que se manejaron en estos años. Me preocupa que se hayan construido carreteras que no van a ningún lado y que no unen polos productivos, que las canchas y coliseos estropeen el paisaje de pueblos antiguos hermosos y que nadie los use después que el presidente se lució jugando fulbito para la transmisión directa del canal estatal; me preocupa que el acoso sexual del presidente a sus subordinadas se haya convertido en encubrimiento a sus subalternos por el mismo motivo. Me preocupa el racismo inverso que ha cultivado García Linera entre las bases del MAS; me preocupa que Evo crea más en la violencia y menos en la educación como instrumentos del cambio en la sociedad; me preocupa que la gente pierda la confianza en la ley y las instituciones del Estado encargadas de velar por su aplicación; me preocupa la inseguridad ciudadana; me preocupa la inseguridad alimenticia en que está el país; me preocupa los transgénicos y la política cómplice de este gobierno; me preocupa la deforestación de Bolivia para criar ganado que venderemos al consumismo exterior para hacer hamburguesas y otro tipo de comida chatarra; me preocupa que en el MAS ya nadie crea en la verdad ni en la justicia, sino en la venganza y el engaño al que no es cholo ni indio; me preocupa que todos quedemos tuertos con la Ley del Talión del ojo por ojo y diente por diente.

Creo que los 35 años de democracia le ganan a los 50 años de foquismo guerrillero en Bolivia en todos los terrenos. El 10 de octubre asistiré a una charla conmemorativa por el regreso a la democracia y los 35 años de continuidad institucional. Por la tarde también asistiré a la concentración convocada en defensa del voto ciudadano y el respeto de los resultados del referendo del 21F de 2016. Creo en hacer distinciones entre el evismo y el socialismo. La humildad les habría ayudado, pero la soberbia y la arrogancia enceguecen.

Tengo la edad de los acontecimientos. Vine al mundo mientras Ché Guevara moría en la misma tierra. De niño aprendí a verlo como lo veía mi familia: como a un bandido peligroso. Cuando joven, el ejemplo de un amigo me enseñó a no tenerle miedo a pensar por cuenta propia y plantearse otras explicaciones a las cosas. Entonces me pareció un tipo interesante, aunque violento y trágico. Durante la Universidad se convirtió en un personaje incómodo que inspiraba a jóvenes descerebrados ideas estúpidas. Cuando murió Kirchner sentí alivio de pensar que no era el único que atribuía la desaparición de toda una generación de jóvenes talentosos de la clase media universitaria a la figura machista y fanfarrona de Ché Guevara. Quizá el mérito que se le debe reconocer es que estuvo dispuesto a pagar el precio de su fanfarronería, a diferencia de sus seguidores, que suelen reclutar de manera forzosa y fraudulenta a otros despistados para alimentar con sus almas el espíritu insaciable de un ser endiosado. Después de mi experiencia con “el socialismo del siglo XXI” y después de haber sobrevivido a la izquierda chavista puedo afirmar que me repugna la religión de Estado erigida por Fidel Castro para mantener encantado a su pueblo cual flautista de Hamelin. Me repugna el manoseo de Bolívar que hizo Hugo Chávez porque soy boliviano y debo respeto a ese nombre. Me repugna que el mismo ardid quiera ser usado por García Linera con el culto de Evo para turistas desinformados, que ha demostrado ser un fracaso. Pero existe todo un aparato cultural en Latinoamérica dispuesto a arropar a Evo como arropó a Fidel Castro porque el imperialismo, entre otras cosas, ha justificado al castrismo. Sólo la estupidez en los Estados Unidos alimenta a estos falsos ídolos.

A 35 años de democracia, estamos descubriendo que la democracia había sido la reconquista de los derechos legados por los abuelos del '52, más la capacidad que tuvieron las amas de casa mineras para perderle el miedo a una dictadura; después vimos que la democracia también era la capacidad de acuerdo de los partidos políticos; hoy estamos aprendiendo que la democracia también es el respeto a la ley y las reglas de juego. La capacidad que tengamos para hacer respetar el principio de derecho al voto del ciudadano será la siguiente prueba que la democracia enfrente para superar el pasado autoritario. Suspender los derechos ciudadanos a cambio de promesas de bienestar ha sido la idea tramposa de la izquierda totalitaria en Latinoamérica y no es una opción.

¡Anatema y apostasía, excomunión para el hereje! He profanado la imagen sagrada de aquella Teología de la Liberación que consideró a Ché Guevara un Cristo contemporáneo. Que así sea.


Franklin Farell Ortiz
Magister en artes por Saint Louis University


Santa Cruz de la Sierra, octubre 10 de 2017

domingo, 23 de julio de 2017

Venezuela, hora cero 1/3



No digo nada nuevo cuando afirmo que la hora de la verdad ha llegado para Venezuela. Todo mundo sabe que a estas horas está en juego el futuro democrático de la región. En las calles de Caracas y por los caminos de sus provincias crece la conciencia ciudadana; cada joven asesinado por las fuerzas de represión de Nicolás Maduro alimenta la bronca y la idea de que el régimen ya dio todo de sí, que no da más, que fracasó. El llamado “socialismo del siglo XXI” fracasó o –soy de los que se adscriben a esta idea- nunca existió en realidad; fue una de esas estafas ideológicas con las que unos y otros se engañaron porque había que llamarle de alguna manera a las arbitrariedades e incoherencias cometidas en nombre de la justicia social y la libertad.

Un recuento de lo sucedido. Los bolivianos y los venezolanos vivíamos alejados unos de otros hasta que surgió Hugo Chávez como presidente de Venezuela. Antes de él, sólo nos unía el nombre de Simón Bolívar y la memoria remota de una Patria Grande, un sueño trunco del cual nadie se acordaba excepto en contadas ceremonias. En algún momento el presidente venezolano Carlos Andrés Pérez había regalado una embarcación de segunda mano a Bolivia. Creo que fue el año 1979, para recordar a los venezolanos que su país era la patria del Libertador y que debía jugar de acuerdo con la estatura histórica de Bolívar. Además del enorme susto que Chile se llevó (siempre magnifican las cualidades perversas de los bolivianos), la simpatía que Bolivia despertaba entre los países de la región no pasó a mayores. Todo habría quedado como un loable gesto de solidaridad de Venezuela a Bolivia, de no ser por la habilidad diplomática de la periodista Ana María de Campero -la dama que debió haber llegado a presidenta de Bolivia y remplazar a Evo- que en aquel entonces manejaba los hilos de las relaciones internacionales del presidente Walter Guevara Arce. Fue entones que Bolivia obtuvo otra victoria diplomática importante sobre Chile, en la OEA. Aquel momento fue la alegría del pobre: duró poco. Al día siguiente sobrevino el golpe de Estado y la matanza del general Natush Busch. “Anamar” recordaría años después aquellos días como una jugada sucia de los militares (en aquel entonces las FF.AA. estaban más que descompuestas por los abusos y el desgaste de la dictadura de Banzer) y los nexos de los golpistas con Santiago de Chile no habían quedado nada claros. Cuando veo el odio fanático que despierta Evo en los extremos de alguna derecha política, al punto de sufrir como una derrota personal la victoria de Bolivia en La Haya, las dudas de Anamar no me resultan descabelladas.

Es posible decir que para los bolivianos Venezuela continuó siendo la tierra de los petrodólares, de la pobreza endémica y de los gobiernos corruptos. Hasta que las misses empezaron a ganar concursos de belleza y un coronel de paracaidistas de nombre Hugo Chávez se levantó en armas en contra de la corrupción del gobierno. Para mí, Venezuela era la tierra de Rómulo Gallegos y su novela “Doña Bárbara”, de la hermosa música llanera y de las malas telenovelas. Creo que fue en prisión donde Hugo Chávez empezó a madurar políticamente.

Los años 2001-2003 me encontraba yo en Saint Louis (Missouri) estudiando una maestría en artes cuando me llegaron los primeros rumores acerca de aquel coronel Chávez que se levantara en armas y su movimiento político. En mi universidad de jesuitas también estudiaban “chicos bien” de la alta burguesía venezolana. A ratos se me cruzaban en el camino y parecían querer reprocharme por mis simpatías hacia Chávez, sin saber yo quién era tan ilustre personaje. Ahora recuerdo yo aquella hostilidad como parte del ambiente bélico que se vivió luego del 9/11 de New York. Expresión de la venalidad de la derecha venezolana, denotaba para mí la situación límite que se vivía en Venezuela, además de la intolerancia conservadora de la universidad en que estudiaba. A partir de entonces empecé a interesarme más por Venezuela y por lo que sucedía en ella; era una cuestión de seguridad personal informarme de lo que sucedía en el resto del mundo al salir de la biblioteca en que me había refugiado. 

En medio de la paz y en cinismo en que vivía Latinoamérica en aquella década, los venezolanos parecían encabronados de verdad e insistían en que la cosa iba en serio. Durante el golpe de Estado que destituyó a Chávez por unas horas, permanecí hasta media noche en mi cubículo de investigador universitario para enterarme del desenlace angustioso, superior a cualquier telenovela que haya visto. Cotejando las informaciones y analizando los artículos de opinión, me di cuenta por primera vez qué tan relacionados estábamos los países de la región. A esas horas Venezuela decidía el futuro democrático de la región. No me inspiraba confianza, pero era claro que un militar nacionalista como Hugo Chávez tenía derecho a ser presidente de su país si había conquistado en las urnas ese derecho. Nadie debía alterar la voluntad de los venezolanos por auto gobernarse. Creo que cometí la imprudencia de expresar este tipo de ideas a través del chat de la universidad porque al poco tiempo me presentaron una pareja de venezolanos gays; aparentemente habían salido del país tras el fracaso del golpe. Confieso no haber conocido gente más desagradable. O tal vez sí los he conocido, pero aquella fue la primera vez que el odio político se me presentó con toda su crudeza auto destructora (y conste que vengo de una familia intolerante y maleducada por convicción, tradición y alcurnia). Paradoja de paradojas: uno de aquellos sujetos era un mulato que no ocultaba su desprecio racial hacia “los negritos” que habían bajado de los cerros de Caracas para apoyar a Chávez; un gay que pretendía caricaturizar la figura del libertador Bolívar refiriéndose a él como “la loca”. Para mayores señas, aquel era practicante de la santería y se declaraba amante de la puritana y protestante raza blanca de los Estados Unidos de Norte América. Pero su racismo también tenía una dimensión nacionalista al hablar de la belleza, de los títulos conquistados en concursos y “la constitución racial” de la mujer venezolana. Agotadas las posibilidades de injuria, se detuvo e interrogó: “¿Y los bolivianos, con qué se enojan?, ¿cuál es el peor insulto para los bolivianos?” Yo la verdad estaba divirtiéndome a carcajadas con su don de gentes y edificante plática. “Hijos de puta, el peor insulto en Bolivia es el de hijo de puta, como en todo mundo. Excepto en Argentina, creo, donde es un trato común y gesto fraterno” fue mi respuesta.  

Aquellos fueron los primeros venezolanos que conocí de cerca y creo que han sido los únicos hasta hoy. Sin querer, me dieron una idea clara de “por dónde era que andaban los cantos del gallo” en materia política venezolana. Hugo Chávez no me pareció tan despatarrado desde entonces. Me pareció que todo aquel colorido era una cuestión de idiosincrasia y estilo político caribeño.

Me encontraba en México la siguiente vez que volví a saber de Hugo Chávez. La polémica del gas en Bolivia se encontraba en su punto más álgido. La revuelta en contra de la corrupción neoliberal había pasado de Venezuela a otros países y en Bolivia la bronca se cocía a fuego vivo. Desde La Paz me habían pedido de manera insistente que escribiera artículos de opinión; estaba obligado a seguir de cerca todo lo que sucedía con el país. Mis prioridades académicas cambiaron junto con el dramatismo de la situación que se vía en Bolivia y pospuse todos los planes que tenía para realizar en México. Me dedicaba a leer de día y de noche para escribir dos artículos de 1.500 caracteres, los cuales me publicarían uno cada quincena; quería que mi editor tuviera opciones. Fue así que me pareció, por ejemplo, un descubrimiento increíble notar hasta qué punto se parecen las elites que gobernaban nuestros países. Me pareció que Cuba, Venezuela y Bolivia tienen oligarquías igualmente racistas y de prejuicios señoriales que datan de la Colonia. Encontraba yo que en Bolivia se repetían los mismos argumentos y los mismos razonamientos, se reciclaba el mismo racismo allí donde los ciudadanos se sentían blancos y de ascendencia española. No me pareció casual que fracasaran entonces porque resultaban igualmente pre modernos, igualmente desfasados ante los tiempos que la modernidad y el cosmopolitismo vive. ¿Dije cosmopolitismo? Sí: Evo resulta pintoresco y hasta interesante para el neoyorquino; no así para el cubano de Miami, más cerrado en su odio y resentido con la humillación de “los negritos” y la dictadura de los hermanos Castro (Se olvida que los afro cubanos fueron los más beneficiados con la Revolución de 1959; por eso en CNÑ hay cubanos judíos pero no afrodescendientes.)

En aquellos agitados días, durante una conversación con una amistad mexicana yo pedía orientación para profundizar mis lecturas críticas. Creía haber descubierto el hilo negro. Yo era como el personaje de Jorge Ibargüengoytia al que su novia le hace leer todo Carlos Fuentes. Me dediqué a leer todo lo traducido de Eric Hobsbawn (conservé “Por una izquierda racional”), un traductor e historiador capaz de probarle a Mao Tse Tung que no había leído más que un libro de Carl Marx y que lo había hecho mal; un judío capaz de afirmar que alguna vez se había sentido atraído por “la revolución tropical y colorida” de Fidel Castro, y hacerlo sin peligro de pasar por traidor o espía; un inglés revolucionario capaz de destruir los mitos en torno a la violencia de las guerrillas y su fracaso en Colombia; un tipo que previó el surgimiento y advirtió del peligro de Margareth Tatcher en Inglaterra, entre otros tantos  análisis de visionario. Al igual que Casandra, la sacerdotisa de Apolo, Hobsbawn había sido uno de esos intelectuales de izquierda condenados a decir la verdad siempre sin que nadie le crea.

Estudiar en los Estados Unidos fue para mí como haber subido a la colina y haber contemplado la aldea. Mis ex compañeros de la Unam me veían espantados; los mexicanos no me conocían en mi versión política y optimista. Acostumbrados a las derrotas y los fraudes del PRI, ¿qué podían ellos entender mi entusiasmo febril por el comentario político? ¡Caray, el futuro de la Patria estaba en juego!; ¿qué podían entender mis cuates librescos de eso? Creo que la mayoría de ellos escuchaban con lástima y conmiseración, más preocupados por la supervivencia diaria y por la dueña de sus quincenas. No todos, sin embargo.

Fue en aquel entonces que Hugo Chávez pasó del discurso moralizador nacionalista a manejar términos del pensamiento bolivariano. Evo era un agitador más que arruinaba la agenda personal de Goni Sánchez. El pronunciamiento de Hugo Chávez a favor de Bolivia y su causa marítima fue el momento de la solidaridad latinoamericana para mí; Bolivia no estaba sola ante los tiburones de Chile y los mercaderes sin escrúpulos que habían mal vendido su porvenir. Una sonrisa burlona de la presidenta Michelle Bachelet durante una entrevista con la prensa mexicana me reveló el tamaño del monstruo. Hasta entonces, yo había creído ingenuamente que toda la izquierda en Chile era consciente de la injusticia cometida con Bolivia y de lo abominable de la Doctrina Portales. En fin, creía que sólo era cuestión de demostrar la falsedad histórica de sus empresarios y las elites pensantes para resolver el asunto. La Bachelet se mostraba en aquella entrevista como hija de un general pinochetista más: su socialismo era una cuestión de elegancia intelectual y tradición familiar que verdadero apego a la justicia y la verdad histórica. Insensatos y heroicos, los bolivianos no éramos conscientes hasta qué punto nos encontrábamos cerca del fuego: otra invasión, un conflicto internacional, la ocupación, la división, la desintegración... Los agoreros estaban a la orden del día en las columnas de opinión y uno trataba de hacer contra peso a aquello y darle coherencia a la realidad en 1.500 palabras cada 15 días. La situación crítica en Bolivia se prolongaba mientras Brasil y Argentina parecían jugar al gato y el ratón contra todo buen sentido y juicio; no atinaban sino a usar las viejas cartas del sub imperialismo regional. “Gracias Chávez” otra vez por romper el cerco diplomático de entonces. Después del respaldo venezolano a la causa marítima de Bolivia vendrían los pronunciamientos, las aproximaciones y las alianzas.

Lo que yo tampoco sabía era el hueco en que me había metido dejándome llevar por el entusiasmo. Cuando se reveló que el proyecto gasífero de Goni Sánchez y asociados pasaba por Chile y atravesaba México antes de llegar a los Estados Unidos, las cosas se complicaron para mí. Completamente convencido de mi anonimato e intrascendencia, me paseé por medio México en plan turístico mientras desde Cuba parecían enviar señales y advertencias de peligro. ¿Alguien me ofrecía asilo político? ¡Naa! ¡Pero si no había hecho nada malo! ¿Importante yo? ¡No es para tanto! Sólo era un simple boliviano con profundo cariño por México, que planeaba radicarse y vivir felizmente en el país, y que además de eso escribía y vivía de acuerdo con su conciencia.

Creo que los venezolanos se volvieron mi sombra desde entonces. Creo que en México cualquier periodista llama la atención de los organismos de seguridad. Los venezolanos se sumaban a la jauría conformada por chilenos, argentinos, mexicanos. Bush Junior impulsaba su guerra contra el terrorismo en Irak y el mundo entero; mientras yo creía haber dejado atrás aquella paranoia belicista. Las casualidades y las coincidencias se repetían mientras yo me consideraba el tipo más afortunado de la Tierra por escribir y publicar libremente. Fueron los días en que Vladimir Putin nacionalizó el gas en Rusia y algunos inversionistas gringos a los que daba clases de español se molestaron mucho mucho mucho. Los chinos se bañaban conmigo en las playas mientras yo vivía un romance y conocía el verdadero amor. Con los años he aprendido que para intentar explicarme aquella situación debo volver a leer “El desfile del amor”, del mexicano Sergio Pitol, quien recrea el ambiente artístico intelectual de la Colonia Condesa en la Ciudad de México durante los años de la II Guerra Mundial. Con la salvedad que yo tenía el Océano Pacífico y la poesía de Pablo Neruda como telón de fondo…

Nadie me creería si lo contase. Ni los amigos de aquel entonces quedan. Algunos han muerto, otros guardan sus secretos y amenazan con llevárselos a la tumba. Otros han dejado de ser mis amigos. A otros tardé demasiado en declararlos personas non gratas en mi lado de la realidad. Es por todo esto que Venezuela me ocupa y me preocupa demasiado. Me ha costado demasiado. Es por esto que tomo partido por el pueblo venezolano y no por su gobierno negligente, fanfarrón y soldadesco que lo llevó al fracaso económico más estrepitoso y la corrupción más grande del que se tenga memoria. El fracaso de la revolución de Hugo Chávez no es cualquier fracaso; es un fracaso que ha degenerado en corrupción y tiranía. Tuvo todo para hacer algo decente, con todas las condiciones que cualquier revolución hubiese soñado: apoyo militar, respaldo popular, coyuntura internacional favorable y todo el dinero que se pueda imaginar. Nadie me creería si lo contara.

Santa Cruz de la Sierra, julio 16-23 de 2017

Franklin Farell Ortiz

Magister en artes por Saint Louis University

lunes, 17 de julio de 2017

¿Quién votó por Ollanta Humala?

¿Quién votó por Ollanta Humala?

Debo reconocer que fui uno de los que creyeron en él. La diferencia con el articulista peruano Augusto Álvarez Rodrich ("El ritual de pedir perdón")es que a mí me desilusionó más rápido, casi  de inmediato, tras ser elegido presidente.

No soy peruano y no voté por él, pero me encontraba en Perú en aquel entonces y no oculté mis simpatías por Humala en ningún momento.
Creí que era una esperanza de justicia y reconciliación para su país. Era una alternativa válida frente a los extremismos del clan Fujimori y Sendero Luminoso, cuyos líderes se encontraban encerrados en la cárcel y amenazaban como fantasmas con regresar a la vida política sin haber pedido perdón por los muertos ni dar explicaciones por los 6 o 10 mil millones de dólares desaparecidos de las arcas públicas.

Humala era una alternativa a la impostura y la demagogia de Alan García y la cleptocracia de la clase política y el Apra en general. Lo parecía.

Me decepcionó de inmediato su maridaje con Evo Morales, a quien yo señalaba como peligroso y fraudulento. En Perú la izquierda no se tragaba el cuento de Hugo Chávez y su bolivarianismo fanfarrón comprado a fuerza de petro dólares y forjado a golpes de complicidad con grandes mafias del narcotráfico. Para ser elegido presidente Ollanta tuvo que bajar los decibeles de la retórica que estilaba Hugo Chávez. Percibió correctamente que Perú no debía ser vagón de cola de un modelo que ya se sabía corrupto y económicamente inviable por su caciquismo irracional y despilfarrador del capital político brindado por los pobres del continente.

Es cierto, tenía una simpatía especial por Bolivia. Fuimos el Alto Perú y el Bajo Perú en algún momento de la historia; antes habíamos sido parte del Tahuantinsuyo. Nos unía mucha historia y mucha sangre derramada en común durante la era republicana. Nos parecemos tanto, que incluso nuestras élites privilegiadas admiran por igual a Augusto Pinochet y hasta hoy creen que el gran error histórico de nuestros países ha sido no haber tenido un místico moralizador del Estado como Diego Portales.

Era un nacionalista de izquierda, un patriota que creía en la gente y en la historia del Perú, pero también era militar y jamás se atrevió a hacer reformas dentro de las Fuerzas Armadas de su país para reconciliarlas con su pueblo. Algunos de sus militares todavía razonan como si comandaran una tropa de ocupación del país. Lo más retrógrado del Fujimorismo permaneció intacto e incrustado entre los uniformados (el montecinismo).

Le agradezco el haber hecho que me sintiera como un hermano más entre peruanos, pero yo necesitaba más: necesitaba mi libertad, necesitaba recuperar mi vida.

A fin de cuentas él hoy está en la cárcel y yo perdí años claves para construir una vida. Él hoy está entre rejas y yo no tengo salud ni soy libre. ¿Qué obtuvo él? ¿Qué ganó el Perú desde entonces? ¿Valió la pena? ¿Quién además de la embajada Suiza o el Opus Dei o El Vaticano se beneficiaron de todo ello?
Me da tristeza que un buen hombre haya perdido las ilusiones en su país de esta manera. No sé si sea culpable de lo que le acusan. En Perú nadie que se meta en política es inocente. Pero Ollanta pudo haberle devuelto a los peruanos  la confianza en sí mismos. Ahora todo parece preparado para el cinismo y la demagogia de Alan García, un político que representa todo lo caricaturesco del político peruano tradicional: el doctorcito grandilocuente, el católico devoto del Señor de los Milagros, el vivillo y burlador que sale librado de todas las transas.

En lo futuro probablemente la política peruana volverá a ser el déjà vu que siempre fue, girará en torno a los lugares comunes de las repúblicas bananeras: la delincuencia campeará y la gente morirá de hambre como siempre; las vacaciones parisinas de su aristocracia de pacotilla y las cuentas en Suiza serán subvencionadas por el circo chauvinista de miserables cada elección presidencial.

Perú es un gran país  que no encuentra líderes de su talla.

Franklin Farell Ortiz
Magister en artes por Saint Louis University


Santa Cruz de la Sierra, 16 de julio de 2017

P.S. (17/07/2017)- Hoy leí otro artículo de prensa que calcula la posibilidad de un Ollanta Humala libre en poco tiempo. Eso no altera mi opinión(Rosa María Palacios: "Es posible que Ollanta salga de prisión pronto")

miércoles, 21 de junio de 2017

Año Nuevo Andino Amazónico

21 DE JUNIO, EL DÍA MÁS LARGO

7:30 pm, el solsticio de verano acaba. Sin duda, este ha sido el día más largo del año. Temprano en la mañana tenía decidido escribir 1500 palabras o más. Ocupé un par de horas en un viejo asunto que parecía resolverse, pero al cabo del día no he recibido ninguna novedad al respecto. La espera hace que el tiempo transcurra de manera diferente, más tortuosa que otras.

Anoche me divertí con mis amistades en las redes sociales. Nos reímos a mandíbula batiente de la pompa que tradicionalmente despliega el Gobierno del MAS en ocasiones como ésta; un paso más en el intento desesperado por inventar la religión oficial de Estado (Todos los regímenes totalitarios del siglo XX, por más ateos que se dijeron, no pudieron prescindir de la idea de Dios y acabaron reemplazándolo por el culto a la personalidad del caudillo, o un héroe de preferencia muerto.) Un comentario surgido en las redes fue el detonante para el ventarrón de chistes amargos y risas de desconsuelo: Evo recibiría el Solsticio de Verano en el Chapare, en algún cerro designado para el efecto que sería declarado “lugar sagrado” por voluntad y designio presidencial. Mi comentario -además de repetir lo que ya he dicho otras veces acerca de la inconstitucionalidad de una religión de Estado- fue: “Evo y el MAS buscan sacralizar el narcotráfico y su territorio”. Habría que escribir un libro acerca del proyecto cocalero de Evo bajo el siguiente título: Chapare, la Nueva Tierra Santa. Parece que se están preparando ante las eventualidades por venir. No sé porqué puedo imaginarme perfectamente a Evo atrincherado en un territorio controlado por narcotraficantes; pero no logro imaginarlo viviendo apaciblemente en un restaurante de Villa Tunari, retirado del mundanal ruido con una de quince.

Días atrás nomás leía en el diario Página 7 algo acerca de un señor ministro que exigía los templos católicos fueran entregados para las ceremonias del endiosado Evo y sus yatiris. No me causó extrañeza sino miedo al curso estalinista que van tomando las cosas. Vivo en una ciudad donde la fragilidad de nuestra democracia se hace preocupante. El resto del país no debe andar muy lejos, por lo que se ve y se oye. Recientemente he sido víctima de una celada de aquellos yatiris católicos que lo mismo profesan lealtad a Roma que al Ché Guevara y Tania la Guerrillera… No creo que Ché Guevara ni Tania se preocuparían tanto por sus almas; no creían en una vida ultra terrena. De lo que se trata es de manipulación y propaganda, no más que eso. He dejado de asistir a misa desde entonces. En La Catedral pasa otro tanto, pero del otro bando: los gendarmes municipales se transforman de perros de caza detrás de uno. Cada vez más la presión aumenta y se hace desesperada y peligrosa a medida que Nicolás Maduro tambalea en Venezuela. Mientras tanto, en la prensa escrita los señores obispos suelen aparecer dando voces de alarma entre gritos de señoras espantadas y caballeros de terno indignados, con la Constitución en las manos en actitud de reclamar la inconstitucionalidad de la Ley del Aborto. Al parecer García Linera leyó algo acerca de traiciones y feministas cubanas que ha decretado la hora de romper lanzas con la Santa Madre Iglesia Católica. Alianzas estratégicas que le dicen dentro de la izquierda.

Aburre pensar en ideas zombis. Evo y la derecha religiosa juegan las mismas cartas pero en sentido contrario.

Idea zombi A: el pueblo boliviano ha sepultado la idea de re elección indefinida el pasado 21F, pero Evo resucita la idea y con los hilos de la inconstitucionalidad juega a que la idea camina sola y por voluntad popular. Cumbres y encuentros, declaraciones y aplausos, todo el dinero público que sea necesario para montar el engaño por cansancio y agotamiento. Carrera de largo aliento; gana quien más recursos tiene.

Idea zombi B: la derecha religiosa no ignora que para dividir un país no hay nada como violentar las conciencias con una falsa dicotomía. “O estás conmigo o contra mí”… El viejo truco de sacar de contexto las citas bíblicas. ¿Qué pasó con el referéndum de las mujeres para decidir el pleito? Nadie quiere debatir seriamente, con madurez; se busca la tajada política.

Espanta el descaro para mentir de la gente en las familias, la falta de vergüenza para manipular de las autoridades. En más de 10 años de gobierno Evo no aprendió a leer su discurso, pero ha aprendido muy bien a poner la cara de palo para mentir y violentar la ley. Sus bases ríen de contento y piensan que esto es la política, algo normal que debe ser aceptado. Evo ha vuelto cínica a la gente; nadie se ruboriza; los niños son mal educados para el conflicto y el pillaje. El espíritu de la época parece ser la tragedia y el pandillerismo. Recuerdo una noche en la ciudad de Trinidad, años atrás, tal vez 2007: en la modestísima terminal de buses una pantalla de cine callejero proyectaba un documental religioso de tono apocalíptico en donde un predicador con barba iraní y acento venezolano anunciaba el Fin del Mundo a medida que las imágenes de legiones de soldados y banderas de los Estados Unidos, Israel, Irán y otros países árabes se desplegaban sobre el globo terráqueo envuelto en hongos atómicos. Recuerdo que me acerqué a una vendedora ambulante que observaba junto a los demás aquellas escenas con fascinación; le pregunté si creía en lo que decía aquel predicador, me respondió que con un definitivo y contundente SÍ. Es como si en estos años del llamado proceso de cambio las mentes preclaras del MAS hayan apostado a la profecía autocumplida.  Lo cierto y verificable es que el MAS ha creado su propia elite de corruptos y vividores.

Terminando el día me senté a escribir decidido por un par de notas de la prensa europea (Euronews español) y la revista mexicana Letras Libres. En la primera nota la reina de Inglaterra compromete su palabra en solemne ceremonia anual para hacer que el “Brexit” sea un éxito; esto es algo así como una declaración de guerra al mundo. ¿Quién dijo que Donald Trump era el único insensato? Dudo, como siempre. No puedo creer lo que leo. La reina no acostumbra hacer eso, suele ser la voz de la mesura y la razón inspirada en la Biblia. Algo debe estar mal.

Decido permanecer en línea para salir de dudas. Ahora tiene sentido el texto de la revista mexicana Letras Libres que leía minutos atrás: “En defensa de Europa” es más que un hermoso saludo al joven presidente de Francia y su compromiso de salvar Europa del ultra nacionalismo y la desintegración. Está escrito por un refugiado colombiano (Héctor Abad Faciolince) que en elegante prosa y sencillas palabras ofrece su testimonio de la guerra interna de su país y destaca el papel jugado por la Alemania contemporánea para la paz internacional de los últimos años. Pero más que nada celebra la cultura y la civilización de paz surgida después de la pulsión suicida que terminara en 1945. En otras palabras, reconoce y valora el proyecto social más importante y exitoso que hemos tenido frente a nosotros para evitar la guerra, para prosperar y convivir en la diferencia. Por si acaso tenía dudas, The Guardian ilustra la ceremonia del discurso de la reina Isabel con una fotografía en la que se puede ver con la cabeza inclinadas a todos los presentes, excepto al valiente y digno líder laborista Jeremy Corbin. ¡Todos inclinaron la cabeza en señal de reverencia, menos Corbyn! No sé si agradecerle el gesto o lamentar el incidente.

Ahora comprendo todo. Ahora tiene sentido el que nuestras familias estén colonizadas por narcotraficantes y políticos mafiosos, el que un hermano trabaje para la mafia y quiera tacharte de marihuano por persistir en la escritura, el que tus hermanas te hayan vendido como a una prostituta u tu otro hermano te aborrezca por ser tan necio y tozudo y no resignarte ante las evidencias: ¡el mundo es una mierda!.

“Aquí no se salva ni Dios, lo asesinaron” repito parafraseando un poeta republicano de la Guerra Civil Española. Vivimos bajo el signo de los hijos de Caín. Caifás es el sumo sacerdote de esta época. Se apuesta al Judas que llevamos dentro y no al Jesús que dicen anunciar. Durante las últimas semanas he recibido noticias de curas pedófilos que reaparecen y proliferan dentro de la Iglesia Católica, a pesar de Francisco y su buena voluntad. ¿Qué nos espera? ¿Hacia dónde vamos? Si nos inclinamos hacia la lectura de la Biblia, no tarda en aparecer un fanático oportunista que se siente autorizado a ejercer violencia y sujeción sobre ti para condenarte y redimirte del Infierno al mismo tiempo, todo en uno. Si quieres tomarte un respiro, expandir la mente en lecturas sociológicas y mundanas, ordenar de manera racional el pedazo de mundo que te tocó, las sectas políticas no tardan en hacerse presente para intentar reclutarte en alguna nueva conspiración. Son incansables para el mal.

Están locos, tienen razón y están locos: han transformado la realidad. A diferencia de los Evos y los Nicolás Maduros de este mundo, estos son los verdaderos transformadores del mundo. A partir del miedo y de la persecución, la amenaza y el soborno, han logrado construir un mundo extraño desde el Facebook, el Whatsapp y Google. El chisme y el bulling, la maledicencia, el secuestro y el aislamiento: en esta guerra no matan tu cuerpo de inmediato, ocupan tu mente y buscan manipularte desde lo íntimo de tus recuerdos. Todo es credibilidad. El capitalismo es credibilidad, el evismo es cuestión de credibilidad; un periodista tiene credibilidad o es basura comprable; o destruyen tu credibilidad o te mueren. Para alguien que escribe, hacer autobiografía es ayudar a levantar los muros del propio encierro. Intentan despojarte de todo, incluso de la dignidad si vas al excusado y te filman.

Termino el día con esta idea aparentemente confusa de las cosas. En los últimos años, sobre todo a partir del 9/11, un viejo mundo ha ido desapareciendo para dar lugar a este otro que nos inspira temor e incertidumbre. Leer la Biblia ayuda, pero que no te vea Caifás. Oculta tu ofrenda, que Caín no te vea. No pierdas la cordura cada vez que Judas te bese en la mejilla, podrías pasar por estúpido. Podrían encerrarme por escribir estas cosas.

Franklin Farell Ortiz
Magister en artes por Saint Louis University

Santa Cruz de la Sierra, junio 21 de 2017


P.S.- Una buena amiga me hace notar que el solsticio de verano es el día más largo "en el hemisferio norte". Llevado por la prensa española y mexicana, olvido que me encuentro en el hemisferio sur del globo.
P.S.2.- Evo Mirales recibió el Año Nuevo Aimara Amazónico en Orinoca, su pueblo natal.