viernes, 29 de abril de 2016

Los caudillos del MAS 1/3

Para comprender cualquier proceso político es necesario conocer a los individuos que lo encabezan. Este simple dato es más cierto para aquellos procesos políticos que se han decantado de manera abierta por el caudillismo. Ellos son los que le han imprimido su personalidad a los cambios en Bolivia durante los últimos 10 años.
EVO
No soy de los que tienen acceso a los archivos de Inteligencia de algún gobierno ni acostumbro comprar los servicios de algún think tank para informarme acerca de la vida ajena. La base de datos para reseñar la personalidad de Evo Morales -el primero de los tres caudillos a tratar- son mis recuerdos como periodista o ciudadano que apela a Google para precisar algún recuerdo vago.
El recuerdo más antiguo que conservo de Evo Morales es un debate a dos bandos de la tv cruceña. El tema: el narcotráfico y los cocaleros de Chapare. El adversario de Evo era un diputado del MNR de origen chileno. No recuerdo el nombre de su contrincante, pero recuerdo que presumía de chiquitano de pura cepa a la vez que ostentaba un marcado acento mapuche. Goni Sánchez había conservado el acento gringo como mejor prueba de su idoneidad como hombre de negocios, tal vez aquel sujeto hacía algo parecido acostumbrado a presumir tanta chilenidad en ciertos círculos empresariales. Las veces que Evo hizo ver lo contradictorio de su discurso patriotero con un discurso de extrema derecha pinochetista, el susodicho apeló a sus hondas raíces chiquitanas, asegún. Aquella vez Evo me cayó bien y lo aplaudí en pie. El país estaba muy mal tratado y cansado de la falta de vergüenza en nuestra clase política, corrupta hasta la abyección. Y de pronto teníamos frente a nosotros un campesino de chamarrita que no se achicopalaba frente un encorbata’o sabihondo con trucos aprendidos de Pinochet. En el momento más álgido del debate, el padre de la patria llegado del Mapuche creyó arrinconar al cocalero con tono acusador: cultivar una planta que sirve para hacer una droga ilícita ¿es o no es ser narcotraficante? Como gato panza arriba el cocalero respondió por enésima vez al mismo argumento formulado en forma de desafío: le propongo que nombremos un tribunal internacional e imparcial para que investigue las fortunas en el país y que digan ellos quiénes son los narcotraficantes, si los campesinos del Chapare o los delincuentes de cuello blanco fue lo que dijo Evo. El silencio de su interlocutor fue la mejor respuesta que pudo recibir el sindicalista, que quizá desde entonces supo cómo pisarle el alma a los políticos más prepotentes y agresivos de la vieja Rosca Gonista. En conversación privada con uno de los defensores del pueblo de entonces quedó una duda, sin embargo: debió ser más claro en negar los vínculos de los cocaleros con el narcotráfico, más explícito.
La segunda vez que supe de Evo Morales fue durante las revueltas populares que culminaron en octubre del 2003. Como periodista de opinión para La Prensa de La Paz, seguía las noticias desde México para poder seguirle los pasos al país. Como uno más del montón de dirigentes, Evo a veces competía con Felipe Quispe El Mallku, a ratos con Roberto De La Cruz y otros tantos que ya no recuerdo. La visión política, el oportunismo, la astucia, el juego de cintura de Evo era claramente escuela de Filemón Escóbar, su mentor y maestro al que terminaría por dar la espalda para emparejarse con Álvaro García Linera. Un dato que no registré en su momento: cuando la revuelta popular triunfó, Evo se encontraba a miles de kilómetros de distancia de su amado Chapare, en Libia más exactamente, recibiendo un premio de 30 mil dólares de manos del hoy fallecido Muamar Gadafi. Sus compañeros de primeras armas sindicalistas le reprochan hasta hoy este detalle como una señal de cobardía, o cuando menos la prueba de que sus desplantes marciales y su retórica incendiaria son una pose exagerada para un hombre que no pasó de corneta de cuartel. Pero la historia de Adolfo Hitler, un modesto cabo que llegó a Führer del Tercer Reich, nos recuerda también que para los desastres no hay que subestimar la egolatría de un caudillo ni la ambición de los hombres de su entorno.
La próxima vez que supe de Evo Morales, había dejado de escribir artículos de opinión a favor de la causa marítima y la soberanía del Estado boliviano sobre sus recursos naturales y su territorio (o como se decía en aquel entonces, la nacionalización del gas en las variantes que se debatían entonces). En aquellos días me encontraba como misionero entre los campesinos mexicanos. En medio de mi aislamiento campestre, cuando me dijeron que Evo era el presidente de Bolivia, no lo pude creer. De veras no lo pude creer. Luego me emocioné y hasta sentí orgullo, pero el dato de la aplastante mayoría de la votación me dijo que algo importante había sucedido en Bolivia, algo había cambiado quizás. No sé si entre mis amigos indígenas mexicanos aquello fue motivo de orgullo, pero la propaganda oficial de la izquierda en Latinoamérica exageraría afirmando que tal acontecimiento era algo que no había sido visto, un hito de nuestra historia de 500 años tras la Conquista. Pero aquello era propaganda, una imagen creada por los medios que omitía la figura dele mexicano Benito Juárez, o del mismo Andrés de Santa Cruz Calahumana, si se considera que fue un mestizo discriminado como indio por sus enemigos, al igual que Evo. Lo importante es que Evo Morales parecía ser el primer indígena en llegar a la presidencia en toda América. Bien decía Jorge Luis Borges que la fama es un gran malentendido.
Un paso previo al Evo Morales despótico monárquico absolutista que hoy conocemos, su personalidad tuvo que pasar por el papel de achichincle de Hugo Chávez. Aborrecí hasta la vergüenza cada una de las veces que aparecía frente a la comunidad internacional como tira saco de Chávez. Si Goni Sánchez de Lozada nos hizo pasar vergüenzas y humillaciones en Washington, Evo lo hacía en Caracas. Pero yo no perdía las esperanzas en que un cambio era posible, que el masismo recobraría la razón y Evo el equilibrio, e insistí y persistí durante los tres años de mi intento de regreso a Bolivia (2006-2009).
Cada que hubo una arremetida de la oposición en Bolivia, Evo corrió a Venezuela en busca de los petrodólares venezolanos, algo que Chávez desembolsaba con mucho gusto en un papel que se revelaría como demagógico: el magnánimo protector de indios, émulo de Simón Bolívar y sus batallas a caballo. Es cierto, la cooperación militar era necesaria; el nivel técnico de nuestra seguridad era tan bajo que se hacía peligroso, pero de acuerdo con las últimas informaciones aquello bien puede acabar en colonialismo empresarial. De esta manera, el pueblo venezolano fue embaucado en su buena fe por estos dos políticos neopopulistas que se declaraban socialistas y antiimperialistas a voz en cuello, haciéndose los de la vista gorda aquí o allá (...). Mientras uno hacía de ayayero pedigüeño sin pudor alguno, sin importar si con ello se convertía en un sujeto sin la dignidad suficiente para ser respetado por sus adversarios políticos como presidente de Bolivia. Evo me dejaba sin argumentos para defenderlo de la derecha cavernícola y reaccionaria, era un títere más que un líder. La diplomacia de Bolivia pendía de la punta de la lengua de Hugo Chávez y su venalidad. Chávez cerraba la boca y yo suspiraba de alivio junto con millones de ciudadanos en toda Sudamérica. Sufrí y los aborrecí, sin poder abrir la boca en contra so pena de linchamiento popular ipso facto por traición a la Patria. Mientras tanto, Hugo Chávez cultivaba en el pueblo venezolano la creencia errónea de la riqueza inagotable del país y la diplomacia prepotente de su petróleo. Que había cosas por decir, las había. Que había alianzas que hacer, las había. Pero también había que ser honestos y tener lealtad, poseer un proyecto de país para todos y no sólo para los amigos. También habría ayudado hacer menos propaganda y mucho más gestión, una falencia mortal. Dentro del MAS todo parecía una gran campaña electoral donde la repartija y el oportunismo arribista eran la única lógica coherente; como si no bastaran las conspiraciones e intrigas de oficiosos. Al final, entre referendos y elecciones, Hugo Chávez terminaría por hacer pomada la economía de Venezuela luego de 13 campañas electorales en 14 años de gobierno. Ninguno de los intelectuales cortesanos en Venezuela ni en Bolivia parece haber leído algunas de las advertencias del historiador inglés Eric Hobsbawnla propaganda fue la adicción que acabó con el proyecto de sociedad de la URSS. Los argentinos daban manija aquí y allá, total el Ché Guevara es un piojo tuerto al lado de cualquiera de sus paisanos pro chinos en estos días (...).
Luego de su derrota en el referendo del 21 de febrero, Evo Morales continúa creyendo que todo es políticoergo todo es propaganda. Las nociones de realidad e historia no existen sino como figuras retóricas mal aprendidas y peor empleadas. La cosa mental y las discusiones teóricas son asuntos que no incumben a los profanos ni a los herejes del dogma comunista. Bien dice el salmista que Dios pierde a quien quiere. Soberbia y arrogancia, mala combinación. Generalmente surge de pretensiones intelectuales, algo fuera de alcance.
Hoy veo a Evo Morales y no le creo. Lo dejé de hacer en 2009. Para hacerlo no necesité de los escándalos de corrupción y tráfico de influencias que hoy ocupan a la prensa como una mala telenovela. La moralina me provoca náuseas; no soporto el fariseísmo, cualquiera sea el bando. Las actitudes que inspira Evo Morales en sus seguidores campesinos en el campo y la ciudad fueron para mí la mejor prueba del fracaso histórico del MAS y algún proyecto social que pudo surgir de todo ello. Me bastó ver sus luchas despiadadas por el poder y la falta de escrúpulos y deslealtades entre correligionarios para alejarme de ellos. Tuve la peregrina idea que encontraría paz lejos de ellos, pero me los topé por donde fuera; como con una secta religiosa o el mal aliento.
Me cuesta creer en un político que en su vida personal es una cosa y en su vida pública es todo lo opuesto. Mientras como gobernante Evo ha desatado una suerte de persecución política contra aquellos funcionarios públicos que no hablen una lengua nativa, él cree estar por encima de los simples mortales cuando se da baños de pureza racial aymara en ceremonias y sahumerios en los que no entiende una jota de lengua aymara. Mientras azuza a sus funcionarios del Ministerio de Descolonización sobre sus críticos, no contrae matrimonio con una mujer de polleras y prefiere a las teñidas curvilíneas salidas de las revistas de la alta sociedad que tanto dice odiar. Es conocido su complejo de inferioridad ante alguien de su entorno con formación académica y título universitario, por lo que usa tanta ritualidad supuestamente ancestral para realizar el besamanos colonial, entre otras pruebas de humillación y auto denigración como señales de lealtad hacia su persona. El llunkerío (servilismo tradicional) es franco y abierto entre los miembros del MAS. Dentro y fuera de Palacio Quemado sus adláteres han llegado incluso a elucubrar la conveniencia de imponer estas prácticas denigrantes como parte de una pedagogía, una ideología que se dice revolucionaria; el adoctrinamiento político en lugar de educación de calidad para los niños de Bolivia. Se trata de un invento maoísta extraído de la China pre Revolución Cultural (ver Banda de Los Cuatro) que el vice presidente Álvaro García Linera ha bautizado pomposamente Generación Evo.
Estos son los tiempos. El MAS sobrevive gracias al llunkerío inspirado en el culto a la personalidad a Evo Morales que García Linera alimenta de manera desesperada, amén del odio racial inverso. No hay cambio de conciencia, sino fundamentalismo y odio. ¿Qué le han hecho a la Patria? Ojalá me equivoque.
Siempre queda la opción de quedarse callado.

Santa Cruz de la Sierra, 29 de abril de 2016

Franklin Farell Ortiz
Magíster en Artes por Saint Louis University

No hay comentarios:

Publicar un comentario